Desde que nacemos, nuestros padres, más allá de cubrir nuestras necesidades básicas de alimentación, abrigo e higiene, nos proporcionan todo tipo de cuidados y protección. Son ellos quienes nos enseñan y nos entretienen. Se preocupan por nuestras dificultades, celebran nuestros logros.
Llegamos al mundo desvalidos y durante los años que dependemos de nuestros padres nos cuidan porque somos su responsabilidad y, sobre todo, porque nos quieren.
A medida que los hijos crecemos los papeles van cambiando, hasta que llega el momento en que se invierten. Cuando llegan a ancianos nos toca a nosotros cuidar a nuestros padres. Son ellos quienes requieren atención. Necesitan sentir que tienen un lugar en la familia, que se les escucha, se tienen en cuenta sus necesidades y sus preocupaciones.
Cuanto mayores son, más desvalidos están. Durante esos años, les cuidamos porque son nuestra responsabilidad y, sobre todo, porque les queremos.
Cuidar a nuestros padres no es un pago o un trabajo para saldar una deuda. Es nuestra responsabilidad y la mayor muestra de amor que les podemos ofrecer cuando llegan a la tercera edad.
Sin embargo, atender a los padres en su vejez no es fácil. El ritmo acelerado impuesto por las obligaciones diarias nos impide prestarles todo el cuidado que precisan.
El problema es que la falta de tiempo y el estrés diario pueden llevarnos a tratarles, en ocasiones, con prisas o con reproches, con el consiguiente sentimiento de culpabilidad que nos inunda después. Ellos, por su parte, también se sienten mal, al pensar que son una carga para nosotros.
Antes de llegar a esta situación, tanto si los padres viven con nosotros como si permanecen en su casa, hay que valorar la opción de contar con apoyo profesional para su acompañamiento y asistencia.
Contratar auxiliares encargados de cuidar a nuestros padres nos permite delegar ciertas tareas en los momentos del día en los que nos resulta materialmente imposible estar con ellos.
Los cuidados a domicilio profesionales adaptan su atención a cada grado de necesidad. Hay servicios para ayudarles en el aseo personal, en la movilidad o a la hora de realizar tareas domésticas. También, cuando requieren una atención especializada en cuanto cambios posturales, cambio de pañal o utilización de grúa, por ejemplo.
Los auxiliares también pueden cuidar a nuestros padres fuera casa, acompañándoles cuando salen a la compra, al banco o al médico.
A nosotros este tipo de ayuda nos va a dar la tranquilidad de que están bien atendidos. También es una forma de evitarles la soledad, una de las mayores causas de exclusión social que afecta a dos millones de ancianos según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Y la cifra va en aumento, tal y como recoge el estudio La soledad en España, de la Fundación ONCE.
Contratar auxiliares profesionales que nos ayuden a cuidar de nuestros padres mejora su estado físico, mental y emocional, además de aportarles todos los beneficios que conlleva sociabilizar en la tercera edad.
Además, es una forma de que el tiempo que pasemos con ellos sea tiempo de calidad, sin sentimientos de culpa, sin reproches y sin que nade se sienta mal; simplemente disfrutando juntos porque nos queremos.
Conclusiones
Para finalizar, esperamos que este post te haya resultado interesante para conocer cuando debemos de cuidar a nuestros padres.